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martes, 25 de junio de 2013

Hacienda bondadosa

En lo meteorológico, Junio es el mes en el que comienza el verano. En lo académico, en el que se terminan los cursos. Y en la economía doméstica el mes en el que los españoles ajustan sus cuentas con Hacienda, ya que no pueden ajustarle las cuentas a Cristóbal Montoro.

Todo el que tiene obligación de hacerlo, cumplimenta su declaración del IRPF. Con ayuda externa o a pecho descubierto, la gente va rellenando las interminables casillas, conteniendo el aliento hasta ver lo que aparece en la más importante: el resultado de la declaración. Sólo entonces, unos aprietan los dientes al ver lo que les va a tocar pagar, y a otros –la mayoría- les aparece una enorme sonrisa cuando ven que les sale “a devolver”.

El sistema está bien pensado para que sean muchos más los que sonríen que los que aprietan los dientes. Y el resultado es que millones de españoles están tan contentos con que Hacienda les devuelve 60, 150, o 300 euros, que se les olvida que antes ellos han pagado a lo largo del año 3.000, 8.000 ó 15.000.

Es un ingenioso malabarismo contable: la gente se adapta cada mes a sus ingresos netos, y apenas se fija en las retenciones mensuales. Es un dinero que paga casi sin enterarse, y su impresión final depende por completo de si en la declaración del IRPF tienen que pagar algo o les van a devolver algo.

Eso sí, en Hacienda dicen que lo hacen por nuestro bien. Para que no se nos acumule un pago importante en junio, para facilitarnos las cosas. ¡Son tan buenos! Casi nos dan ganas de enviarles un correo de agradecimiento cuando nos devuelven 30 euros después de habernos quitado 8.000.

jueves, 20 de junio de 2013

La escayola mental

Los que seguimos la actividad política en España, vemos como en debates y comparecencias los líderes políticos se suelen amparar en su ideología para defender sus posiciones. “Esto es una cuestión de ideología”; “No podemos estar de acuerdo por ideología”; “Nuestra ideología no nos permite…”; “Tenemos una ideología deferente”.

Por otra parte, tanto los políticos como mucha gente de a pie intenta averiguar cuál es la ideología de los otros: “Ese es de derechas”; “Fulano es del PP”; “Yo siempre he sido de izquierdas”. “Mengano es nacionalista”.

En nuestra sociedad las ideas han sido suplantadas por las ideologías, dando como resultado una permanente batalla “ideológica”, en la que nadie escucha a nadie para conocer sus ideas, y todos inrentan hacer valer los dogmas de su ideología. Las ideas son individuales, libres, frescas y sujetas a la evolución. Por el contrario, las ideologías son de grupos, vienen impuestas por un catecismo doctrinario, arrastran el olor a rancio de un origen remoto, y no admiten cambios.


Las ideas son el producto de la mente. Pueden ser geniales o descabelladas; posibles o quiméricas; lógicas o absurdas; beneficiosas o dañinas. Pero del contraste de ideas surge el entendimiento, el acuerdo y la cooperación. En cambio, las ideologías funcionan como una escayola mental: no hay posibilidad de entendimiento; si se alcanzan acuerdos es sobre la base de un intercambio interesado; y la cooperación nunca es leal, sino interesada y provisional.

martes, 18 de junio de 2013

En un túnel

El Presidente del Gobierno ha vuelto a echar mano de la metáfora del túnel para referirse a la supuestamente próxima salida de la crisis económica. Según eso, España avanza en la oscuridad de un largo túnel, y una lejana luz parece indicar que nos aproximamos a la salida del mismo. Por otra parte los profesionales del pesimismo advierten que podría ser que esa luz fuera la de un tren que avanza en sentido contrario.

Se me ocurre que la metáfora puede ser utilizada de manera mucho más amplia y tener aplicación para el conjunto de la sociedad, y para gran parte de los individuos que la forman. Son muchos los ciudadanos que caminan en la oscuridad, sin poder ver nada a su alrededor, pendientes únicamente de un leve resplandor que aparece al fondo de su túnel particular.

Los nacionalistas, por ejemplo, restringen su universo a un final de túnel llamado independencia. Para otros el final del túnel se llama República. Unos seis millones se frotan los ojos buscando una luz que signifique un empleo. Otros sueñan con una salida del túnel en la que no exista corrupción política. No faltan los que creen que a la salida bajarán los impuestos, ni los que esperan que al final del oscuro recorrido habrá impuestos más altos para los demás.

Todo el mundo anda obsesionado con lo suyo, sin importarle demasiado lo de los demás. Millones de personas recorriendo a ciegas un camino en busca de su luz particular. Encerrados en un tubo que no les permite ver lo que hay más allá de los muros de hormigón. No saben si sobre ellos hay un bosque o un glaciar; si es de noche o de día, si llueve o está despejado, si hace frío o calor.

Una sociedad en la que la gente camina encerrada en su túnel particular, buscando su salida particular, no es una sociedad, sino un mero amontonamiento de individuos.

viernes, 14 de junio de 2013

De alumnos a profesores, sin salir de la LOGSE

Hace unas semanas supimos que en unas oposiciones para maestros en Madrid, algunos de los opositores –con su título universitario en el bolsillo- habían respondido auténticas burradas a las preguntas del examen.

Ahora los estudiantes que se examinaban de selectividad se han tropezado con unos exámenes con faltas de ortografía en los enunciados de las preguntas, errores en los planteamientos y ecuaciones imposibles.

¿Cómo es posible que esas preguntas hayan pasado todos los filtros sin que ningún profesor se haya dado cuenta de los errores? Probablemente porque ya muchos alumnos LOGSE han llegado a profesores LOGSE. Gente que recibió la enseñanza secundaria y universitaria inspirada en la filosofía de la LOGSE. Una filosofía según la cual lo importante no son los conocimientos sino los diplomas. Un espíritu de igualdad estúpida, en el que tanto vale el profesor como el alumno. Una idea descabellada que prima el derecho de cualquier español para ser ingeniero aeronáutico, sobre la capacidad de cualquier español para diseñar un avión.


Así muchos de esos jóvenes fueron pasando de curso como se ascendía en el ejército de Franco: por antigüedad. Pasaron una selectividad diseñada para no molestar a nadie. Calentaron las sillas de la cafetería de alguna universidad, y obtuvieron el título que les permitía impartir clases. Superaron unas oposiciones en las que competían con otros candidatos tan mal preparados como ellos. Y ahora son los que redactan los exámenes en el tiempo que les queda entre una manifestación contra los recortes y otra en defensa de la enseñanza pública.

lunes, 10 de junio de 2013

Educación y aprendizaje

En un centro de enseñanza, un alumno de segundo de bachillerato afronta el fin de curso con seis asignaturas que no va a poder aprobar. Ante esto, su padre se ha dirigido a la dirección del centro para exigir que cada profesor de asignatura le indique por escrito qué tiene que hacer exactamente su hijo para aprobar.

Si yo fuera uno de esos profesores, redactaría el escrito que pide con dos únicas palabras: “estudiar más”. Pero como no lo soy, me contento con reflexionar sobre las implicaciones de la actitud, no del hijo, sino del padre.

Es probable que la reforma de la Educación que va a implantar el gobierno no sea la mejor de las reformas posibles. Desde mi punto de vista, sobra la consideración de la Religión como asignatura evaluable. Pero por otra parte introduce cambios que inducen a premiar el esfuerzo, el mérito, y la excelencia. Con todo, creo que ninguna ley de Educación podrá conseguir grandes mejoras si antes no se consigue cambiar profundamente la mentalidad y la actitud de muchos padres.

Quizá el primer error sea hablar de “educación” y no de “aprendizaje”. El lenguaje no es neutro, y el término “educación” sugieres que el actor es el profesor –el que educa-, y el alumno el sujeto pasivo que recibe la educación. En cambio, la palabra “aprendizaje” nos llevaría a pensar que el sujeto activo es el alumno –el que aprende.


Si además considerásemos que el profesor sólo es la herramienta para facilitar ese aprendizaje; y que esa herramienta nos cuesta mucho dinero a todos; es posible que muchos padres dejaran de creer que tienen derecho a que el Estado introduzca los conocimientos en sus hijos, de una manera similar al médico que le hace una transfusión a un enfermo tumbado en su cama.